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jueves, noviembre 14, 2013

El tocino con la velocidad

Soy ateo y liberal.

Sí, soy ateo y en general me causan repulsión las ideas transmitidas por casi cualquier religión; las encuentro hipócritas, arcaicas y dañinas.

Y, sin embargo, no estoy de acuerdo con el aborto. Déjenme que me explique: no estoy de acuerdo con el aborto libre sin restricciones, como se promueve en mucho de los países occidentales bajo una falsa etiqueta de liberalismo y progresismo. Y la cuestión no tiene nada que ver con el tema religioso, mi argumento va bastante más allá.

Todo es mentira, nada es verdad

Por estos días de revoluciones mediorientales y gobiernos en decadencia, me asaltan varias dudas existenciales. Y como siempre que tengo dudas existenciales, acudo a una fuente de conocimiento que, lejos de ser perfecta, es, al menos, sincera. Entro entonces a Wikipedia para ver exactamente de dónde viene todo el lío egipcio, y leo con estupor algo que confirma, una vez más, mis sentimientos sobre el ser humano.

Entré en Wikipedia esperando encontrarme una descripción descarnada, y real, de un Mubarak asesino y dictador; me encuentro, sin embargo, con un presidente de gobierno que, si bien tiene de democrático lo que yo de moreno, ha sido reelegido cinco veces consecutivas. Sí, ha leído usted bien, cinco veces consecutivas durante las últimas décadas. Y, entonces, una vez más, y como siempre en estos casos tan políticamente “vendidos” por los medios, me asalta la duda. Me asalta la duda porque soy un convencido de que los pueblos, casi siempre (y, por favor nótese bien el “casi”) eligen su destino. Antes de que empiecen a saltar los eternos defensores de los “derechos humanos”: sí, Mubarak puede haber fraguado las elecciones, pero no cinco veces consecutivas.

sábado, junio 01, 2013

Un momento en otro momento

Comparto con ustedes un cuento de mi autoría, escrito en 20 minutos del tirón y sin ninguna experiencia previa ... para el cajón de los recuerdos:

"Y entonces, sin pensarlo dos veces, saltó.

Cuando volvió a abrir los ojos le extrañó no sentir la sensación de caída. En su lugar había un aroma suave a tierra mojada. Sin entender todavía demasiado se dio cuenta de que era chiquito, mucho más chiquito, y que iba de la mano de una señora rubia caminando por la calle. Al fondo observó un cerro no muy alto, de incontables colores, enmarcado en un cielo azul como no había visto nunca. Su mente científica, en un intento de racionalizar la experiencia, no lograba descifrar si se trataba de una alucinación provocada por la aceleración de la caída, o si ya se había producido el golpe y esto era lo que había después de la muerte. Fuera lo que fuera, no le importó, y se dejó llevar por la grata sensación de entrega a la redención final.

De buenos que se vuelven malos

En estos días en que el juez Garzón apoya la reforma de la justicia que está llevando adelante nuestra adorada presidente argentina, Cristina Fernández, me gustaría recordar un texto mío de hace algún tiempo atrás, sobre la imputación y condena de este "juez estrella" por prevaricación. Ahí se los dejo.

De cómo el juicio a un personaje controvertido puede ser el signo más puro de la democracia. 


DE BUENOS QUE SE VUELVEN MALOS
Muchos están indignados. Claman al cielo sin siquiera conocer bien los hechos ni los detalles de lo que están hablando. Les da igual, ya que la idea que defienden va “más allá” de esos detalles menores … 

Otros dicen, con la boca chiquita, que bueno, que este hombre no es tan malo. Y no, en un principio no lo era. Empezó con buenas intenciones y buenos actos: metiéndose en casos importantes, poniendo el pecho a las balas y aceptando las consecuencias. Pero, como ocurre en muchos casos (demasiados, desgraciadamente), no supo parar a tiempo. No supo bajarse de la nube y legislar desde la sensatez y la humildad. No. Se la empezó a creer: empezó a pensar que podía meterse en cualquier sitio, que su “coraza” de juez le daba impunidad para hacer lo que quisiera, incluso ir a buscar basura al patio ajeno y revolver sin permiso de los dueños.