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jueves, noviembre 14, 2013

Todo es mentira, nada es verdad

Por estos días de revoluciones mediorientales y gobiernos en decadencia, me asaltan varias dudas existenciales. Y como siempre que tengo dudas existenciales, acudo a una fuente de conocimiento que, lejos de ser perfecta, es, al menos, sincera. Entro entonces a Wikipedia para ver exactamente de dónde viene todo el lío egipcio, y leo con estupor algo que confirma, una vez más, mis sentimientos sobre el ser humano.

Entré en Wikipedia esperando encontrarme una descripción descarnada, y real, de un Mubarak asesino y dictador; me encuentro, sin embargo, con un presidente de gobierno que, si bien tiene de democrático lo que yo de moreno, ha sido reelegido cinco veces consecutivas. Sí, ha leído usted bien, cinco veces consecutivas durante las últimas décadas. Y, entonces, una vez más, y como siempre en estos casos tan políticamente “vendidos” por los medios, me asalta la duda. Me asalta la duda porque soy un convencido de que los pueblos, casi siempre (y, por favor nótese bien el “casi”) eligen su destino. Antes de que empiecen a saltar los eternos defensores de los “derechos humanos”: sí, Mubarak puede haber fraguado las elecciones, pero no cinco veces consecutivas.

Y hablo de esto con tanta soltura porque, desgraciadamente, conozco estas situaciones de cerca: viví de cerca un proceso similar en Argentina en 2001, conozco los destrozos multitudinarios, los muertos, las “fuerzas del orden” a caballo y los helicópteros rondando la ciudad, las protestas, los “que se vaya” y demás escenas de estos procesos cotidianos; y conozco la tremenda hipocresía que rodea todo eso, y cómo después, todo, absolutamente todo, vuelve a ser no sólo igual, sino incluso peor, promovido por aquellos mismos que ocuparon las plazas y reclamaban venganza. Por eso mismo, por todo eso, creo sinceramente que todas estas “pseudo revoluciones” que tanto se promocionan hoy en día son precisamente eso, pseudos. Mentiras que un pueblo se cuenta a sí mismo, para hacerse la víctima durante un momento y que el mundo le preste atención un ratito. Para, después de todo, librarse de la responsabilidad de aceptar que eligieron mal durante 23 años. No nos confundamos, nada cambia en dos días: las revoluciones no se hacen en una semana con cuatrocientos muertos, sino durante décadas con gente comprometida y trabajadora.

Algún iluso, en embate enfurecido, podrá aducir justificaciones como “¡mira la Revolución Francesa!”, a lo que yo podría responder exactamente con las mismas palabras: mira la Revolución Francesa, cambiar todo para que no cambie nada. Las verdaderas revoluciones, repito una vez más, se hacen en base a trabajo y decisiones complicadas pero necesarias. Porque no existe cambio que se pueda sostener demasiado tiempo sobre una semana de pedradas y varios muertos. Porque los egipcios tuvieron 23 años para declarar esto mismo durante todos los días y, sin embargo, “eligieron” salir a destrozar su país en una semana. Digamos que suena un poco, cómo decirlo, hipócrita.

Y luego, claro, están los, como yo los llamo, “encontradores de patrones”. Gente que relaciona una cosa con otra sin ningún tipo de coherencia interna y pretende justificar así actos irracionales y generalmente injustificables en otras situaciones. Porque claro, no dejan de leerse en estos días las típicas opiniones de “tenemos que dar gracias a San Julián Assange y su Wikibiblia por este cambio”.Últimamente ya pierdo la paciencia cuando escucho este tipo de declaraciones: decir que nadie en Egipto sabía que ocurría esto y de repente vino este ángel albino para abrirles los ojos me parece poco menos que un insulto al pueblo egipcio (valga la paradoja). Seamos realistas, por favor, y no creamos todo lo que nos dicen los periódicos y la tele: todo el mundo conocía en Egipto, al igual que en Yemen, Palestina, Venezuela o Argentina, el tipo de gobierno que tenían y tienen. Y se acepta, y se justifica y, sobre todo, se fomenta. Porque el egipcio, el yemení, el venezolano, el argentino o incluso el español, no pasa de ser una porquería a ser Suiza en dos días. Aceptémoslo: nada va a cambiar con esto, en un mes tendremos otro “Mubarak” y cuatrocientos muertos más.

Y todo el mundo contento: qué linda estuvo la revolución, viva la revolución.


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