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viernes, febrero 25, 2011

Impotencia

En una de mis discusiones de la comida de los viernes con mi familia, donde se tratan los temas socio-políticos del momento (toda una tradición familiar desde que estoy en España, oiga), me doy cuenta así a bote pronto de una sensación que me viene ahogando desde hace mucho. Es la misma sensación que hace que cuando leo los periódicos a la mañana se me revuelva el estómago y me den ganas de mudarme a Neptuno: impotencia.

Sé que hay mucha gente que siente lo mismo que yo; pero, desgraciadamente, creo que no somos suficientes. Ni siquiera estamos cerca de ser “un montón”. Porque la gran mayoría se siente cómoda con esta situación, ya que le da pie a justificar las estupideces más variadas. Hablo, por supuesto, de la maravillosa teoría, instaurada desde hace unos años en este país, del “todo vale”. Sí, señor: en este país, TODO VALE.

Vale que el presidente llame a un terrorista “hombre de paz”; vale que se insulte y acuse a los familiares de personas asesinadas de querer “politizar” las muertes; vale que se rumoree entre la población que el cáncer de una persona pública es falso y usado con medios políticos; vale que se nos trate de estúpidos; vale que un ministro de exteriores haga la peor gestión de la historia española y se vaya de rositas sin que nadie le pida ninguna explicación; vale que se le dé una medalla a un ministro que ni siquiera era ministro cuando se hizo la gestión; vale que el gobierno adopte la forma de juez y decida sobre el poder judicial; vale que un ex-presidente salga a decir que pudo asesinar a los terroristas pero que bueno, oiga, que se le pasó; vale que un estudiante que se siente ofendido por mentar un jamón en clase pueda poner una denuncia y ésta prospere (!); vale que se mienta a la cara de los ciudadanos anunciando pleno empleo y se tenga la mayor cifra de desempleo de la historia; vale que se paguen 12.000 euros por cada sesión del senado para hablar 5 lenguas en un país de una; vale, en definitiva, todo. Vale todo y todo vale: no importa el qué, el cómo ni el por qué; todo está permitido en este escenario putrefacto de mandatarios subnormales, oposiciones pusilánimes y masas votantes estúpidas y aletargadas.

Y después está la segunda parte de la cantinela, que acompaña sin pudor a la primera. La parte del SON TODOS IGUALES o también conocida como “es todo lo mismo”. Ésta es muy utilizada por estos hombres socialistas de pro, estos que hacen gobierno desde la oposición ya que, a cada afrenta que se les plantea, responden “pues tú más”. Ellos tienen la teoría de que todo es lo mismo: España está igual de mal que hace 10 años, en este gobierno se roba lo mismo que en los anteriores, España es igual que Marruecos, EEUU, Francia o Argentina. Todo da igual, porque todo es lo mismo.

Pues saben qué, señores míos: NO, ni es todo lo mismo, ni todo vale. Pero, como decía al principio, lo peor de todo no es el clima político, es que todo esto es una doctrina instaurada en el colectivo social. Y el más grande los peligros, ya lo dijo Einstein, no es la maldad, sino  la estupidez. Y esta vez estamos rodeados. Estamos rodeados de gente que, bajo el paraguas de este “relativismo progresista” del todo vale pretende justificar las barbaridades que antes pensaba pero no se atrevía a hacer o decir: hoy cualquiera puede salir a decir la primera barrabasada (sin justificación alguna) que se le venga a la cabeza sin ningún tipo de repercusión, ya que estamos en la era de la “sociedad plural” …

Pero, como siempre he defendido, aquí entra la hermosura de la democracia y la libertad en la que vivimos: el lado positivo de todo esto es que la gente se muestra tal y como es – no hay ataduras, no hay restricciones, los bobos se sienten libres de decir sus bobadas y, desgraciadamente, la gente inteligente muchas veces se queda callada.

Es muy curioso ver cómo, en un breve lapso de 10 años, se ha logrado destruir todo el avance social logrado en 40. El único sentimiento que se me ocurre para describir eso es impotencia. Y, lamentablemente, no tiene solución en el corto plazo …